miércoles, 24 de mayo de 2017

Lo que mereces

Ojalá que cuando se vuelvan a poblar las ramas de los árboles y cuándo a las flores nuevamente se les inyecten colores, abras tus ojos. Espero que cuando aquélla oleada de calor que nos abrazó y, nos dejó de cabeza en el pavimento, te vuelva a visitar, y qué el humo que toque tus labios no sea el mismo de aquélla temporada, puedas darte cuenta. De corazón espero que cuándo busques una sobredosis qué no puedas obtener en los almacenes casi vacíos en los que estás acostumbrada a buscar pero que solo ofrecen placebos, te acuerdes de mí y de las veces que te sentiste viva. Lo único que quiero es que, cuándo el sol comience a quemar tu barrio y las llamas estén a punto de tocar tu "hogar", recuerdes que todo lo que estás viviendo es una farsa y, sinceramente espero que tú fantasía nunca se acabe porque te mereces la desdicha de dar vueltas en circulos entre cuatro paredes, aburrida y vacía. Trepa las paredes y vuelve a tu monotonía.

lunes, 22 de mayo de 2017

Panchi y Tati

Francisca era una niña de cabello color castaño claro, siempre sonreía y tenía una facilidad increible para crear mundos imaginarios, generalmente llenos de princesas y magia. Andaba todo el día con sus peluches a cuesta, con maletas estilo Disney repletas de dulces y muñecas. Jugaba por la pequeña casa de dos pisos, ubicada en un ínfimo pasaje de la comuna del Bosque. Jugaba, también, por la habitación de sus padres, que trabajaban durante la mayor parte del día, daba vueltas por el minúsculo patio de cemento y por él, más pequeño aún, jardín delantero decorado con un mediano limonero. Andrés, sólo 2 años y meses, menor que su hermana Francisca,  era un pequeño inquieto. No había semana en la que no se pegara un chicle en el cabello, por lo que pasó la mayor parte de su infancia con el pelo rapado casi al cero. Era habitual, en aquella casa, que los artículos importantes como: Llaves, chequeras, billeteras, etc, aparecieran en el compartimiento secreto de su corre pasillos. También era propenso a los accidentes y siempre terminaba con una herida en su cabeza. Sin embargo, mantenia inquietudes más que físicas y participaba activamente de los juegos que su hermana mayor inventaba. Entre los dos tenían un mundo aparte, los días comenzaba con ambos infantes jugando en la espaciosa cuna que su padre habia fabricado y comenzaban, desde las primeras horas de la mañana, viendo sus caricaturas favoritas. Los niños, acostumbraban crear diálogos para que sus peluches, acomodados estrategicamente, interpretaran en silencio y se reían la mayor parte del día. Más tarde, cuando la hora de almorzar llegaba, se alegraban al ver tallarines con salsa en su plato y un vaso de jugo en polvo que no demoraban un segundo en beber. Luego de comer, tomaban sus mamaderas y ponían un VHS de alguna película animada para verla por enesima vez, de ahí rescataban los diálogos que memorizaban con una exactitud increíble, para luego reproducirlos en la ocasión correcta. Ahí se quedaban viendo tele y esperando a que llegaran sus padres del trabajo. Una vez en casa, los padres tomaban once: té y pan para los progenitores, leche y galletas para los niños. Ya finalizada la once, los chicos se quedaban jugando en la interminable alfombra de la sala de estar hasta que los ojos se les cerraban y caían en los mismo sueños a los que solían jugar durante el día, y ahí quedaban inmoviles en el suelo con sus manos sujetando las mamaderas casi vacías. Pasaron los años y fueron creciendo, cada vez con más presiones, con diferentes intereses, con otras magias y con otros horizontes. Ya más adolecentes, 20 y 17 años, suelen discutir y perder el control por situaciones que, a la larga, son cotidianas y sin valor. Sus actitudes cambiaron y sus formas también. Ya no hay tanta cercanía ni tampoco un sentimiento de compañerismo. No se saludan todos los días y, muchas veces, son indiferentes el uno del otro. Porque los años pasaron y se fueron hiriendo de a poco, sin darse cuenta. Se fueron gastando sus emociones, lo que es natural dentro del egoísmo propio, y fueron tiñendo sus corazones de diferentes colores. A pesar de todo lo antes mencionado, yo los miro de reojo mientras comen, y veo a los niños con sus mamaderas, creando paisajes fantásticos y jugando en sus camas. Los miro reír cuando compartimos un momento,y se que sigen siendo complices, son complices el uno del otro, son complices del pasado y del futuro. Ellos saben que en la vida, uno tiene pocos bastones y que ellos se apoyarán siempre. Ahí, en el camino de la realidad y la amistad, ellos siguen de la mano, interpretando diálogos de princiesas y principes, de esponjas y estrellas, de Bart y Homero. Es muy fácil perderse en el tiempo y en las prioridades, pero sé que se quieren. Sé que se tienen y sé que no se perderan, porque tienen faroles que los iluminarán eternamente. Nunca pierdan la magia.

martes, 16 de mayo de 2017

Stray cat

Cuando la lluvia comenzó a caer en la gris ciudad, me dejaron enrderame en callejones repletos de basura, polvo y amor de carácter prepago. Y tal vez lo merecía, pero el precio era muy alto. Pasado un tiempo, me puse a trepar a las copas de los árboles con la esperanza de tener una visión más macro de mi vida, de su vida y de la urbe que nos parió, pero nada. Así que decidí vagar de calle en calle y convivir con fantasmas y demonios, con calaveras y diablitos. Ahí conocí felinas peligrosas y, por supuesto, ratas gordas qué me miraban acusadoramente desde una esquina. Finalmente, metí las garras en mis bolsillos y comencé a hacer equilibrio sobre los techos metálicos. Hablé con hormigas y con flores, con perras y caballos. Hablé con pájaros rojos, incluso me convertí en uno y volé un par de semanas solo para caerme de cabeza en el pavimento. Y ahora todo va bien porque volvió a llover y hace frío otra vez, es todo tan fácil, muy facil.

Stray cat

Cuando la lluvia comenzó a caer en la gris ciudad, me dejaron enrderame en callejones repletos de basura, polvo y amor de carácter prepago. Y tal vez lo merecía, pero el precio era muy alto. Pasado un tiempo, me puse a trepar a las copas de los árboles con la esperanza de tener una visión más macro de mi vida, de su vida y de la urbe que nos parió, pero nada. Así que decidí vagar de calle en calle y convivir con fantasmas y demonios, con calaveras y diablitos. Ahí conocí felinas peligrosas y, por supuesto, ratas gordas qué me miraban acusadoramente desde una esquina. Finalmente, cuando salió el sol de nuevo y sudé rabia, metí las garras en mis bolsillos y comencé a hacer equilibrio sobre los techos metálicos. Hablé con hormigas y con flores, con perras y caballos. Hablé con pájaros rojos, incluso me convertí en uno y volé un par de semanas solo para caerme de cabeza en el pavimento. Y ahora todo va bien porque volvió a llover y hace frío otra vez, es todo tan fácil, muy facil. Caretas y máscaras, la vida de un gato, de un pájaro, un perro y de un pez es casí un reflejo.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Yo la quería

Cuando saliste por la puerta, arreglada y lista para vivir una fiesta, mi cabeza comenzó a rodar sus engranajes. Me comentaste que ibas con amigas, pero a pesar de que te dije que estaba bien, en el fondo no te creí. Y yo siempre confíe en ti, pero no puedo aguantar que tengas tu propia vida, sin mi, con otras personas. Y me senté a esperarte, primero miré televisión y, cómo de costumbre, no había nada nuevo. Destapé una cerveza y puse un disco para olvidarme de todo un momento un momento, pero nada. Te imaginaba en aquel oscuro antro, bailando con algún tipo que te hubiese invitado una copa, aunque yo sé que no eres  asi, pero en ese momento no estabas conmigo y no tengo la certeza de cómo te comportas sin mí, porque digo que confío en ti, pero en el fondo, bien en el fondo de todo el tejido orgánico, no te creo tanto. Así qué decidí abrir aquel whisky qué nos habían regalado cuando decidimos comprometernos y crear una vida juntos, y lo bebí con rabia, como podías hacerme eso, ¿salir sin mi? Definitivamente nunca lo entenderé. Eran las 1:47 de la madrugada y aún no llegabas. El whisky ya estaba a menos de la mitad, en ese instante, en la radio, sonaba música para no olvidar y que, sin quererlo, acrecentaba la rabia y hacian que el corazón se rompiera una y otra vez. 2:32 am y aún no tenía noticias de ti. A esas alturas ya no había whisky y una botella de vino casi vacía era mi compañera. Te imaginaba en la cama de un tipo seguramente mas atractivo que yo, un campeón, romántico y con poder adquisitivo. Esas imagenes me rondaron toda la noche mientras fumaba hasta el ultimo de mis cigarrillos, tal vez toda esa pelicula que pasaba por las retinas de mis ojos, eran una  muestra de mi consciencia trabajando en tu contra para cubrir mis propias caídas.
A eso de las 4:48 me ganó el sueño y me tiré en nuestro sillón, ese de tantas batallas. Sentí todo dar vueltas a mi alrededor y cerré los ojos. Pasado un rato, al fin llegaste.
Estabas bella cómo siempre, no venías ni siquiera despeinada. Te sorprendiste al ver la patética escena y la cantidad de botellas y latas vacias. Te grite, lo acepto. Te vomite palabras resumiendo mis celos, te respiré tan cerca que de seguro pensaste que te iba a golpear. Pero no. De verdad lo hubiese preferido, para que supieras con quién estabas, pero no lo hice. Necesitaba justificarme. Y fue entonces cuando me tiraste un adorno de loza que me golpeó justo en la ceja y cayó haciendose mil pedazos. Yo me sentí un poco mareado, y entre todo lo que pasaba, te escuchaba decirme las verdades de siempre: "¿qué te pasa imbecil?,¡No te necesito!, ¡Nunca te quise! ¡Ya no te soporto!". Lo siguiente que supe fue qué te lanzaste sobre mí, dando zarpazos como un leopardo celoso, cómo una madre desesperada defendiendo a su bebé.
Finalmente todo se fue a negro en las bodegas que tengo tras los ojos. Solo pude recomponerme y volver a mirar las cosas con perspectiva cuando estabas en el suelo. Extrañamente habia un silencio triste, un silencio gris, era un silencio complice. Te encontré tirada en sobre aquella alfombra gris que tanto te gustaba, un charco de sangre que brotaba de una herida qué, presumo, te había inflingido con el cuchillo que sostenia en mi mano diestra.
Todo se acabó aquella madrugada, y yo te quería. A veces creo que tu también, pero yo te quería de verdad. Y no, mi ego de macho no podia ni quería aguantar el hecho de que me engañaras y te rieras de mí. Ni si quiera en mi propia cabeza, bajo mis propias reglas, en mi universo recién pintado. Pero de algo puedes estar segura: yo te quería.