miércoles, 10 de mayo de 2017

Yo la quería

Cuando saliste por la puerta, arreglada y lista para vivir una fiesta, mi cabeza comenzó a rodar sus engranajes. Me comentaste que ibas con amigas, pero a pesar de que te dije que estaba bien, en el fondo no te creí. Y yo siempre confíe en ti, pero no puedo aguantar que tengas tu propia vida, sin mi, con otras personas. Y me senté a esperarte, primero miré televisión y, cómo de costumbre, no había nada nuevo. Destapé una cerveza y puse un disco para olvidarme de todo un momento un momento, pero nada. Te imaginaba en aquel oscuro antro, bailando con algún tipo que te hubiese invitado una copa, aunque yo sé que no eres  asi, pero en ese momento no estabas conmigo y no tengo la certeza de cómo te comportas sin mí, porque digo que confío en ti, pero en el fondo, bien en el fondo de todo el tejido orgánico, no te creo tanto. Así qué decidí abrir aquel whisky qué nos habían regalado cuando decidimos comprometernos y crear una vida juntos, y lo bebí con rabia, como podías hacerme eso, ¿salir sin mi? Definitivamente nunca lo entenderé. Eran las 1:47 de la madrugada y aún no llegabas. El whisky ya estaba a menos de la mitad, en ese instante, en la radio, sonaba música para no olvidar y que, sin quererlo, acrecentaba la rabia y hacian que el corazón se rompiera una y otra vez. 2:32 am y aún no tenía noticias de ti. A esas alturas ya no había whisky y una botella de vino casi vacía era mi compañera. Te imaginaba en la cama de un tipo seguramente mas atractivo que yo, un campeón, romántico y con poder adquisitivo. Esas imagenes me rondaron toda la noche mientras fumaba hasta el ultimo de mis cigarrillos, tal vez toda esa pelicula que pasaba por las retinas de mis ojos, eran una  muestra de mi consciencia trabajando en tu contra para cubrir mis propias caídas.
A eso de las 4:48 me ganó el sueño y me tiré en nuestro sillón, ese de tantas batallas. Sentí todo dar vueltas a mi alrededor y cerré los ojos. Pasado un rato, al fin llegaste.
Estabas bella cómo siempre, no venías ni siquiera despeinada. Te sorprendiste al ver la patética escena y la cantidad de botellas y latas vacias. Te grite, lo acepto. Te vomite palabras resumiendo mis celos, te respiré tan cerca que de seguro pensaste que te iba a golpear. Pero no. De verdad lo hubiese preferido, para que supieras con quién estabas, pero no lo hice. Necesitaba justificarme. Y fue entonces cuando me tiraste un adorno de loza que me golpeó justo en la ceja y cayó haciendose mil pedazos. Yo me sentí un poco mareado, y entre todo lo que pasaba, te escuchaba decirme las verdades de siempre: "¿qué te pasa imbecil?,¡No te necesito!, ¡Nunca te quise! ¡Ya no te soporto!". Lo siguiente que supe fue qué te lanzaste sobre mí, dando zarpazos como un leopardo celoso, cómo una madre desesperada defendiendo a su bebé.
Finalmente todo se fue a negro en las bodegas que tengo tras los ojos. Solo pude recomponerme y volver a mirar las cosas con perspectiva cuando estabas en el suelo. Extrañamente habia un silencio triste, un silencio gris, era un silencio complice. Te encontré tirada en sobre aquella alfombra gris que tanto te gustaba, un charco de sangre que brotaba de una herida qué, presumo, te había inflingido con el cuchillo que sostenia en mi mano diestra.
Todo se acabó aquella madrugada, y yo te quería. A veces creo que tu también, pero yo te quería de verdad. Y no, mi ego de macho no podia ni quería aguantar el hecho de que me engañaras y te rieras de mí. Ni si quiera en mi propia cabeza, bajo mis propias reglas, en mi universo recién pintado. Pero de algo puedes estar segura: yo te quería.

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