Teníamos mucho tiempo ese verano. Hacía calor pero nos relajabamos con unas cervezas casi todo él transcurso del día. Yo me levantaba de la cama, me mojaba la cara y bebía un café casi por inercia, era lo mas parecido a un autómata a esa hora. Luego, esperaba a que despertara Lilly, mi chica de aquélla epoca, y nos metiamos en la ducha con el agua fría por un par de minutos. Al salir, caminabamos desnudos y mojados hasta la cama y nos acostabamos un rato, a veces hacíamos el amor, pero en general conversabamos sobre el futuro.
- Yo creo que no duraremos mucho tiempo más juntos. Más qué nada, por una cosa de salud.- Decía Lilly en reiteradad oportunidades, tal vez esperando a que yo tratará de enamorarla otra vez.
- Tal vez, quién sabe. De todas maneras no quiero perder tiempo pensando en el futuro, difrutemos del ahora, cómo siempre, cómo cuando te conocí.-Le dije mientras el humo de un cigarrillo saturaba la habitación.
Ella se daba media vuelta y yo ponía música en la radio que, dicho sea de paso, era una mierda. Todo el día sonaban bandas juveniles que hacían sentir a los quinceañeros como rebeldes contestatarios, y sin embargo sus consignas eran un balde de fertilizante, hueco y pretencioso...«All the young punks». Yo siempre trataba de encontrar a los viejos punk rockers que eran cómo fantasmas en las radios locales, tal vez lo más frecuente eran los Ramones. Pero a los setenteros ingleses, si en esa época ya era muy difícil sintonizarlos, hoy es realmente una tarea titánica.
A las 12 del día, sin falta, destapaba una cerveza, una botella de 1.2 litros, tamaño familiar, una vez recuerdo, traté de descifrar porqué las cervezas eran de 1.2 y no de 1.5 litros, después de darle varias vueltas al asunto lo dejé y solo me dediqué a disfrutar. Siempre respetaba la regla de beber después de las 12 del día. Mi papá decía que antes de eso, era una falta de respeto, después de esa hora, estábamos atrasados. Desde esa hora comenzaba la alcoholica jornada, a las 2 de la tarde ya me daba un poco de hambre, por lo que le pedía a Lilly algo para comer. Lilly no cocinaba muy rico, pero ciertamente cocinaba mucho mejor que yo, así que mientras ella preparaba algo rápido, yo me ponía las pantuflas de garritas ,que tenía muy gastadas, y me iba con dirección a la botilleria que quedaba un par de cuedrad mas allá para comprar más cerveza. Llegaba al local con una bolsa para feria cargada de envases vacíos. Estoy seguro que la señora que atendía no me tenía gran aprecio, aunque yo debo haber estado, seguramente en él top ten de los mejores clientes. Nunca quedaba debiendo porque había trabajado todo el año, así que tenía una buena cantidad de dinero para gastar desinteresadamente en cerveza y cigarros corriente. La dependiente de la botilleria, al verme entrar hace ese clásico gesto con los ojos, cómo una mirada de cansancio hacia el cielo y un leve suspiro.
-¡Buen día! Me da seis botellas de cerveza por favor.
-¿De cuál?
-La más grande, de 1.2 litros.
Me miraba siempre, de arriba hacia abajo con un dejo de desprecio. Y seguramente, me oDiaba más cuando, al pagar, lo hacía con un billete de 20 mil pesos. También cuando, como siempre y ya lo hacía a proposito, olvidaba pedirle los cigarrillos y tenía que abrir de nuevo la caja para darme el vuelto.
-muchas gracias, que tenga un buen día. Decía yo con una sonrisa y salia de la tienda. Por supuesto que la distinguida dama ni si quiera respondía.
Al llegar a casa me encontraba con mi chica, que cocinaba alegremente en la cocina al ritmo de alguna banda como Blondie o Ian Dury. Yo sacaba dos vasos, vasos grandes obviamente, y servía los dos hasta el tope. La ayudaba a cocinar en lo qué pudiera, picaba cebollas o tomates y también revolvía lo que fuera necesario revolver. Comíamos tranquilamente en la mesita para 4 que había en el departamento. Una de las cosas de las que me maravillo es que nunca me he quedado sin tema con alguna chica, a pesar de ser un sujeto poco intersante, he podido mantener amplias y profundas conversacioned con las muchchas con las que he estado, a veces tan profundas que se han salido de control y alguien sale lastimado, en general yo.
Ya entrada la tarde, nos tirabamos a torso desnudo en el sofá, que a duras penas cabía en el living, a ver televisión, aunque casi siempre terminabamos viendo conciertos de The Smiths o Joy Division. Cuando se acababa el alcohol, yo me paraba de un salto e iba de nuevo a la tienda. Al llegar, Lilly dormía o había cambiado la música. Variad veces comenzabamos a conversar de cosas más existenciales. Siempre le decía que no encontraba mi lugar, que me sentía incomodo cómo un paria. Lilly contestaba que seguramente yo tenía mas cabida en el mundo que ella, ya que al menos yo tenía talento y era muy sensible, a lo que por supuesto yo contesté que era una estupidez, que no tenía talento para nada ni era sensible. Cierta vez, Lilly dijo algo que me llamó la atención. Hablamod de la muerte, un tema recurrente pars nosotros, y me dijo que la sensación de suicidio era, según le habian dicho la gente que se había intentado auto eliminar, una sensación de paz interior. Lo primero que intuí, fue que Lilly se había intentado matar, lo segundo fue que le gustó. La abracé y no le dije nada, no me sentía capacitado para dar consejos o alivianar pesadas cargas de emociones. De hecho, aún no me siento capacitado.
Así pasaron las tardes y los días de verano. Era mucho antes de que los días de sol se hicieran ridiculamente sofocantes cómo ahora. La brisa llegaba desde la ventana y podíamos escuchar a los pájaros que tenian sus nidos construidos en el limonero del patio delantero. En la tarde la noche era calida como para sentarnos a fumar bajo las estrellas y seguir con nuestras conversaciones que, pensé, nunca se acabarían. Fue un buen tiempo de calma y absoluta libertad.
Por su puesto que después de un tiempo y, antes de que calleran las primeras hojas de la temporada otoñal, ya no estabamos juntos. No recuerdo el motivo, pero en estas paginas voy a asumir la culpa de todo, solo por si a caso. Después la vi un par de veces, pero ya nada era igual, incluso nos besamos un par de veces, pero no nos deseábamos cómo antes. Poco a poco nos dejamos de ver, luego ya no pensabamos en nuestro tiempo juntos, luego no pensabamos el uno en el otro, ni nos preocupamos de saber en que iban nuestras respectivas vidas. Esto, por supuesto, es normal cuando terminas una relación, aunque tal vez tuve la romántica idea de que siempre seríamos buenos amigos.
Una vez vi a Lilly de lejos, iba con eu novio según imagino, se veía bien, feliz. Sonreí y seguí caminando, nunca he sido tan sentimental cómo para cruzar corriendo la calle y saludar a una vieja amiga.
Ayer, luego de casi 5 años, volví a recordarla. Un amigo en común me llamó para saber cómo estaba.
-cómo estás?- me dijo Johan.
- Bien, ¿Y tu?.
-No me quejo, en el mismo trabajo de mierda pero no me quejo.- Respondió con ese pesimismo tan propio de su personalidad.
- Escucha, llamaba por que quería saber de ti, después de lo que pasó con Lilly siento que debo cuidar más a mis amigos.
-Lo que pasó con Lilly?- Pregunté.
No escuché toda su respuesta, porque se me vinieron a la cabeza aquéllas noches de calor, los dos tirados en pasto, tomando cerveza y pensando en la mortalidad y la inmortalidad.
Lilly había muerto, había decidido acabar con su vida colgandose justo en la puerta de su baño. La encontraron cuando su hijo, trnia un hijo de unos 5 años, había intentado entrar a lavarse las manos, pero no pudo mover la puerta. Fue ahí cuándo su padre, más tarde averiguaría qué Lilly se había casado, abrió la puerta y encontro a lilly ya sin sgnos vitales. Había dicho que tomaría una ducha, y cómo solía tomar duchas largas, nadie pensó nada extaño. Ella mientras se duchaba, siempre dejaba la puerta abierta. Su marido, no recuerdo su nombre, siempre se quejaba y bromeaba con que las duchas de su esposa eran las mas extensas, "ahí va a tomar una,de sus duchas eternas", decía mientras movia los ojos hacia arriba y realizaba muecas de cansancio. No tenia idea de que está vez sería la ducha más eterna, infinita, en el fondo nunca saldría del baño otra vez.
Pensé en todo lo que tuvimos con mi chica ahora muerta, en la complicidad y en el deseo, en los ideles y los desencuentros. Eramos felices juntos, pero felices apegados a la realidad, no esa felicidad que vende Disney. Recordaba su cara de felicidad al reir por cualquier chiste,
Su cabello entre mis dedos, enredandose junto con el olor a tabaco saborizado. Recordaba sus pomulos enrojecidos después de hacer el amor. Recordé su amor por los árboles y plantas. Rememoré las calles abiertas para nosotros que recorrimos en direcciones opuestas. Finalmente, me sentí vacío, vacío y sin esperanza. Había muerto una mujer que me había querido tal cómo yo era y, en ese momento (seguro que ahora también), era algo muy difícil de hacer. Era una chica real, de esas que te hacen sentir vivo cuando estás con ella y muerto cuándo te falta. La muerte es divertida, a veces creemos que es una evocación al olvido, pero me acabo de dar cuenta qué, en está oportunidad, es un cambio en la maners de enfrentar este circo de variedades que llamamos vida.
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