lunes, 3 de abril de 2017

Punta de Lobos

Brillantes tus ojos, un color café lleno de lagrimas.
Tu cabello, negro y prepotente, te cubría a medias el rostro lleno de esperanza.
Ahí en aquella roca estábamos a la contra del océano, listos para inciar una danza que nunca podríamos detener.

¿Y las batallas?¿Y la soledad? ¿Y las distancias?¿Y lo demás? Mi teléfono nunca sonó, y pasaron bandadas maquillando el cielo gris.
Un pájaro rojo se desvío de su familia, Se posó en mi hombro, cantó canciones que me gustaban, me besó y se fue para no volver.

Y las olas rompen tan fuerte, que no hay lugar que no se llene con su sonido Y ahora estoy perdido en el mar
En el océano inquebrantable, que no perdona ningún tipo de invasión, aquel gigante que decoró con cruces y ataudes las faldas del titán de piedra.

Porqué el mar es muerte, es vida y es infinito Y me perdí como siempre. Me perdí al ver la espuma, al mirar los pájaros, cuando cerre los ojos y cuando te observé fijamente.

Y me sigo perdiendo en aquel traicionero paisaje, que sigue quieto en mi memoria, en mis manos, en mi piel y en mis ojos. Ahi está estancado en mis pupilas.
Y cada vez que vuelvo, quiero quedarme, Acostarme y mirar, despertar y bajar.

No se espera nada, no se necesita nada Porque ahí, bajo la mirada triste de las nubes, está todo.
Estás tú y estamos nosotros. Están ellos y estoy yo. Mientras tanto, los pajaros siempre sobrevolaran mis orillas, toda la vida.

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