martes, 21 de febrero de 2017

Know your enemy

Se debía estar consciente, listo para pegar el primer golpe y esperar que fuera el knock out. Así que me sequé la cara y me paré del endeble banquillo. Estando de pié en ese lugar me sentía un poco desamparado, nada nuevo. Antes de que el arbitro me diera las instrucciones finales, miré al publico y reconocí algunas caras. Habían familiares, amigos, parejas,  amores, gente que me parece indiferente y un largo etc. Incluso reconocí a la señora que me vende cervezas en la botilleria. Entonces el referí se acerca y me da las indicaciones para una pelea limpia, pongo mi protector bucal y suena la campana que retumba como si fuera el único instrumento en el mundo. Alzé mi brazo derecho de manera horizontal y me acerque sin miedo con la mirada fija en mi enemigo, mi nemesis, mi eterno contrincante. No voy a mentir, esto no era netamente deportivo, esto había pasado a ser algo personal. Mi antagonista, a quien conosco desde hace más años de los que puedo recordar, siempre se esforzaba en joder todo lo que yo trataba de llevar a cabo. En cada fracaso, estaba él y, al parecer, se reía a carcajadas cuando las cosas salían mal. Un tipo nefasto, con un nivel de crueldad casi macabro. Un mounstro, diría yo. Era el mismo que se preocupaba de romper mis relaciones o el que me presionaba para pelearme con alguien. Asi que, como se puede deducir, a este cabrón le tenía unas ganas reales de partirle la cara. Volviendo a la pelea, salí decidido al knock out y cuando lo ví, noté que en su cara no había arrepentimiento alguno, de hecho, venía mirandome fijamente, poseído, con la clara intención de patearme el trasero. Lanze un gancho y fallé, me dio un puñetazo con su mano izquierda y luego le atizé dos combos consecutivos, directo a su mandíbula. Nos separamos. El primer round terminaba. Para el segundo, fui yo el que primero le asestó entre el oido y el ojo, casi pude los pajaritos amarillos (o rojos) revoloteando en su cabeza. Pero se recuperó y salto hacia mi. De un golpe me partió la ceja derecha. Maldición, pense, mientras la sangre me mojaba el lado diestro de la cara. Me puse hielo y me sequé, obviamente no había nadie en mi esquina para ayudarme, nunca hay nadie realmente. Me paré para la tercera fase. Lo golpee tan fuerte como pude, pero el maldito se cubría bien. Le pegué dos puñetazos uno en la nariz y otro en las costillas. Seguimos bailando un rato, pero ya lo sabía. No le podría ganar, tendría que aguantarlo un tiempo más en mi vida. Así que en el último round fui con todo, al menos para desquitarme un poco. Lo golpee una y otra y otra vez. Yo veia como recibía mis golpes ese hombre que tenía mi cara, mi barba, mi pelo, mis tatuajes. Ese tipo que tanto odiaba hablaba como yo, reía como yo, usaba mi ropa y se llamaba igual a mi. Sonó la campana, se había acabado. No lo pude derrotar aquella vez, pero mi enemigo siempre está cerca y yo vivo buscandolo para amenazarlo las veces que sea necesario. Cuando me miro al espejo y lo veo, le digo: "Tranquilo hombre, ya tendremos nuestra revancha y está vez te iras con más que un ojo morado". Me guiña el ojo, sonríe y se va caminando tranquilamente en la misma dirección que yo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario