martes, 17 de enero de 2017
Shine on you crazy diamond.
Toda la vida cargando un pequeño diamante de puntas afiladas. Siempre me molestaba. De niño lo ponia en mi bolsillo y me incómodaba cuando iba a jugar con mis primos pretendiendo ser héroes de ficción o estrellas de rock. Cuando crecí, me lo acomodé en el bolsillo de la camisa del colegio, y cada vez que recibía besos y abrazos de desamores y de amigos guitarristas, hippies y borrachos, se me incrustaba justo en el lado del corazón. Luego lo puse en mi zapato, pero me molestaba cuando tenia que ir a trabajar en lugares en los que nunca quise estar ni de pasada y me iba poniendo de mal humor. Me pincho la garganta muchas veces cuando, estando en la habitación de la reina, me daba por estornudar debido a la alérgia que me producian sus leones y tigres. Mas tarde, lo puse en mi oreja y me molestaba cada vez que apoyaba la cabeza en la almohada. En la universidad, lo tuve siempre en la mochila, rodeado de caras, donas, codos y la mano de un amigo, brillaba de vez en cuando pero al irme a casa me pesaba demasiado en la espalda. Lo tuve entre los ojos y me dolio al llorar junto a un amigo y unas cervezas la muerte de nuestro ídolo. Finalmente una noche un pequeño pajaro rojo entró por la ventana y lo puso en mi cerebro. Ahora todo brilla, los colores son más fuertes, el sonido es diferente y estoy distraido, pero en calma. Ya no me duele nada y puedo manchar las hojas como quiera. Siempre manteniendo una canción o un revólver en la sien.
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